martes, 8 de noviembre de 2016

Burned out

            Cuando decidí venir a las Islas Marshall, mis padres estaban pasando una temporada en Francia. Mi madre me recomendó leer un libro de Peter Rudiak Gould, Surviving Paradise, pero yo, con el agite de los trámites y los preparativos para viajar tan repentinamente, no le hice caso.
            Al llegar a Majuro, descubrí que muchos de mis colegas han leído ese libro, pues su autor es un antropólogo que estuvo un año como maestro voluntario en un atolón marshalés. El libro sólo consagra un capítulo a sus estudiantes, y a la educación marshalesa en general. En líneas generales, Rudiak Gould es caritativo en su retrato de los marshaleses, pero cuando se trata de asuntos educativos, es tremendamente cínico y duro. Rudiak Gould narra la indisciplina de sus estudiantes, su desmotivación, su falta de concentración, y sobre todo, el castigo corporal que administran los padres.

            Rudiak Gould fue maestro en una escuela primaria en un atolón remoto. Yo soy profesor universitario en la capital. Pero, he descubierto que las diferencias no son tan grandes. Como él, en líneas generales, a mí me agradan los marshaleses. Pero, también como él, lamento decir que, cualquier extranjero que venga a trabajar en asuntos educativos en este país, corre el riesgo de acelerar su síndrome de profesor burned out. Yo, en apenas dos meses de experiencia docente en las Islas Marshall, he acumulado más síntomas de burned out, que en mis previos diez años como profesor universitario en Venezuela.
            El mismo día que llegué a Majuro, una amiga marshalesa que me fue a recibir  en el aeropuerto, me advirtió que el nivel educativo sería bajo. En un delirio de grandeza, le dije que yo tenía muchos años de experiencia académica, y que aun si los estudiantes no rindieran, yo me encargaría de aumentarles el nivel, con mis técnicas socráticas.
Demás está decir que fui terriblemente ingenuo. En otra entrada de este blog, he explicado por qué Sócrates se habría desesperado en las Islas Marshall. Yo ingenuamente había pensado que yo podría ser algo así como Michelle Pfeifer en Dangerous Minds, una maestra que logra que pandilleros se interesen en asuntos académicos. Paja. Es imposible enseñar a quien no quiere aprender. Y, sencillamente, los marshaleses no quieren aprender. Peter Rudiak Gould no se equivoca cuando dice que tienen fobia al pensamiento.
En Venezuela, yo he evitado una técnica que mis colegas utilizan mucho: las exposiciones de estudiantes. Yo prefiero interactuar con ellos haciendo preguntas, al estilo de Sócrates, y creo que, en líneas generales, eso funciona bastante bien con los estudiantes venezolanos. Pero, en vista de que acá en las Islas Marshall eso no funciona, tuve que recurrir a las exposiciones que tanto he evitado.
Esas exposiciones parecen en realidad recitales de poemas, o peor aún, demostraciones de que los estudiantes saben leer en voz alta. Se limitan a copiar unos párrafos del libro que les he asignado, lo trasladan a Power Point, y leen en voz alta (aunque en realidad, no tan alta, pues hablan casi suspirando). Les hago alguna pregunta intentando que me aclaren algún contenido, y sencillamente responden diciendo que no entienden lo que ellos mismos leyeron.
Un estudiante empezó a leer, y de repente, se detuvo diciendo que no podía seguir. En vista de ese pánico, dos o tres más se contagiaron, y se negaron a hacer sus exposiciones. Hubo un estudiante, ya entrado en años, que con cierta altanería (algo muy poco habitual entre los marshaleses), reclamó que yo no había dado suficiente tiempo para la preparación. Eso era falso. Yo les había dado una semana, para preparar una exposición sencilla de cinco minutos. Pero, el estudiante me insistió en que, para hablar cinco minutos, ¡sería necesario dos o tres meses de preparación!
Yo les dije que estamos en una universidad, no una escuelita. Y, en cualquier universidad, hay responsabilidades. Una de esas responsabilidades es, en algún momento de sus carreras, hacer una exposición. Supuestamente, todos mis estudiantes habían ya tomado un curso de oratoria, y habían aprobado. Obviamente, no aprendieron nada en ese curso.
Entonces, el estudiante me respondió diciéndome que el curso de oratoria no debería estar incluido en ninguna carrera, pues a los marshaleses les da temor hablar en público. Lamentablemente, no le falta razón. Francis Hezel, un cura que ha vivido muchos años en Micronesia, constantemente en sus libros destaca que no hay ninguna expectativa de liderazgo entre los marshaleses. Ésta es una sociedad de castas: aquel que nació en un estrato bajo, ha de quedarse ahí toda su vida, y no se espera de él que destaque. Si adquiere buenas capacidades de oratoria, será visto como un usurpador, y será duramente censurado por la sociedad. Acá, los únicos que verdaderamente tienen derecho a hablar en público son los caciques. Naturalmente, esos caciques son los que hacen vida política, mientras el resto de los marshaleses obedientemente escucha.

Venezuela es un país mediocre, y Chávez lo llevó a la ruina. Pero, el Comandante logró convencer a la gente de que, cualquier “pata en el suelo”, con un poco de verborrea, puede surgir. Yo tradicionalmente he despreciado la charlatanería de los venezolanos. Pero, estando en las Islas Marshall, he venido a apreciar que, cuando se trata del arte de la oratoria, Venezuela es un país muy democrático, y eso es valorable: en mi país, cualquier pendejo es capaz de montarse en una tarima y hablar en un micrófono, consiguiendo sus cinco minutos de gloria.

1 comentario:

  1. I have had a very different experience as an instructor in the Marshall Islands. Indeed, they want to learn and are eager to be intellectually stronger. I find that when they have purpose, perspective and a goal (my job), they are able to work hard and perform at high levels (their job). The growth I have witnessed has been gratifying as a teacher.
    In terms of oratory, I have learned about their cultural experiences related to speaking at birthday parties. Traditionally, each family member makes a speech about the one celebrated.
    It seems that one must study his or her students as Michelle did in the movie and build relationships while engaging in relevant and connected material in order to yield such results.

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