sábado, 19 de noviembre de 2016

Carreras y baloncesto

Por muchos años, yo fui un corredor de medias distancias, y participé en algunas carreras. Pero, me fastidié. En Maracaibo, el único lugar donde realmente se puede correr es el Paseo del Lago, pues en el resto de la ciudad, los corredores están expuestos a los ladrones y a los conductores híper agresivos.
Además, quizás, hay en mí un gusanito anti-sistema. Y, en vista de que en Maracaibo se pusieron de moda los grupos training y toda su parafernalia consumista para salir a trotar, me aburrió aún más correr. Más aún, cuando me enteré de que Jim Fixx, el autor de un libro best seller promoviendo los beneficios de correr, murió de un infarto a los 52 años mientras corría, perdí el entusiasmo.

Encima, puesto que con la enorme cantidad de tiempo que perdemos los maracuchos haciendo cola, ya no puedo leer con tanta devoción, como lo hacía antes. Por eso, para compensarlo, escucho clases, libros y programas académicos mientras hago otras actividades. Cuando corro, es imposible concentrarme en lo que oigo. Por eso, prefiero ahora caminar, mientras oigo esos documentos.
Pero, de vez en cuando conservo mi gusto por trotar. En Majuro casi no hay corredores. Pero, con la alarmante tasa de diabetes y obesidad en las Islas Marshall, el gobierno de vez en cuando promueve carreras. Esta semana se convocó una, como parte de las festividades del Día del Presidente.
En Venezuela, hay fanáticos que aún pican tortas a Hugo Chávez el día de su cumpleaños. Esto se suele ver como parte del culto a la personalidad que el propio Chávez promovió, pero en realidad, no es muy distinto de lo que se hace en otros países. En las Islas Marshall, se celebra el cumpleaños del primer presidente de este país, Amata Kabua. Este hombre no promovió un culto; no era el megalomaníaco narcisista que sí fue Chávez. Pero, sí fue mucho más corrupto. Quizás Chávez esté ahora ardiendo en el infierno, pero estoy seguro de que el Juez Supremo no lo habría condenado por corrupción: su obsesión era que las masas le rindieran culto, no acumular dinero en cuentas suizas. Como Bolívar, Chávez murió sin grandes riquezas; pero también como Bolívar, era un tipo tremendamente vanidoso.
En cambio, según he consultado en libros y con marshaleses cultos, Kabua sí tuvo negocios turbos, y ha quedado en la historia como un corrupto. Él negoció la independencia marshalesa, y la compensación norteamericana, siempre acudiendo al chantaje victimista post-colonial. No sorprendería saber que le quedó una tajada de esa compensación. Buena parte de esa compensación no va al gobierno marshalés, sino a los caciques. Y Kabua, muy convenientemente, era un cacique, que siempre obstaculizó el ascenso político de los plebeyos.
Tuvo, además, una idea demencial: quiso negociar con compañías nucleares norteamericanas, para recibir desechos industriales, a cambio de millones de dólares. Su razonamiento era muy sencillo: puesto que las Islas Marshall están amenazadas por el calentamiento global dada su baja altitud, los desechos servirían para aumentar la altitud, y así, ¡todos quedarían contentos!
A los marshaleses no parecen molestarles mucho estas desfachateces. Ven a Kabua, no como un político, sino como un jefe tribal, que merece respeto debido a su jerarquía tradicional, y que supo ganarse la simpatía del pueblo: supongo que, como los adecos, robó y dejó robar. Es el padre de la patria, pero no hay nada remotamente cercano al enfermizo culto a Bolívar (y ahora, a Chávez) que tenemos que soportar los venezolanos. Los marshaleses no están entre esos pueblos desgraciados que necesitan héroes, como bien señaló en una ocasión Bertolt Brecht.
En fin, como parte de las celebraciones del Día del Presidente, corrí en una carrera de seis kilómetros. En los últimos 20 metros, un filipino que había dejado atrás al inicio de la carrera, corrió a toda velocidad, y me ganó por un par de segundos. Por culpa de ese payaso, no obtuve el tercer lugar en mi categoría, y no recibí premios. Como suele ocurrir cuando un perdedor se frustra, odié a toda la nación filipina, y se me vinieron a la mente todos los cuentos degradantes que mi abuela Aurorita me contaba sobre esa gentuza. Ya recuperado con agua y naranjas, el filipino se acercó a darme la mano, y muy a mi pesar, se la extendí… La amabilidad del tipo, supongo, me hizo recuperar mi cordura, y comprendí que casi todos esos cuentos que me contaba mi abuela, estaban llenos de prejuicios colonialistas típicos de su época.
J. Maarten Troost, un tipo que escribió un libro muy popular sobre Kiribati (The Sex Lives of Cannibals), estuvo unos días en Majuro. Y, en su libro (escrito en un tono brutalmente sarcástico e irónico), describe muy negativamente a esta ciudad, haciendo mucho énfasis en la obesidad. Pero, si bien la obesidad es un problema en todo el Pacífico, yo no veo tantos gordos. Hay muchos más en Maracaibo.
Por otra parte, tampoco hay mucha gente haciendo ejercicios. A veces voy a un gimnasio. Ahí, hay varios filipinos y fijianos, pero casi no hay marshaleses. En ocasiones veo a fijianos jugar rugby en un parque. Y, los domingos, a veces yo juego fútbol en ese parque. En Maracaibo, yo juego en una liga, con uniformes, árbitros, y demás. Acá, es una caimanera muy desordenada, y no estoy seguro de que la gente siquiera conoce las reglas más básicas (excepto, por supuesto, que no se puede usar la mano). Las primeras ocasiones, pensé que esos muchachos con quienes he jugado son marshaleses. Pero, luego descubrí que son gente de Kiribati.
Lo he dicho muchas veces, y volveré a decirlo, aun si se enojan los fans de Eduardo Galeano y otros progres latinoamericanos: el colonialismo tuvo aspectos positivos. Y, uno de ellos, fue la exportación del deporte moderno. A los ingleses debemos el ethos deportivo, la organización, lo civilizado de esta actividad. Ha resultado natural, pues, que en las antiguas colonias, prevalezcan los deportes de las antiguas metrópolis. Kiribati fue una colonia inglesa, y por eso, hay más entusiasmo por el fútbol. Las Islas Marshall, en cambio, fueron una colonia norteamericana, y ya sabemos cómo los gringos desprecian el fútbol. Por eso, a los marshaleses no les interesa mucho el fútbol (aunque, ocasionalmente veo franelas del Real Madrid), y no creo que la FIFA se plantee estos atolones como terreno fértil para expandir sus negocios.

La pasión marshalesa, en cambio, es el baloncesto. Supongo que la falta de espacios abiertos en estos atolones, ha propiciado el gusto por este deporte que no necesita campos. En los barrios de Majuro y Laura, se improvisan canchas con cestos, y los muchachos no tienen problemas en jugar descalzos en arena. Había un gimnasio cubierto en donde se organizaban campeonatos, pero, está ya totalmente deteriorado por la falta de mantenimiento, y ahí ya sólo quedan ratas. Lamentablemente, la altura no ayuda mucho a los marshaleses; pero, he visto a jóvenes con muchas destrezas. He dicho más arriba que los marshaleses no forman parte de los pueblos desgraciados que necesitan héroes. Pero, quizás debería matizar, pues percibo en ellos un gran deseo en tener a un marshalés en la NBA. Ojalá llegue.

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