domingo, 13 de noviembre de 2016

Mezquita y Oreos

            Supuestamente, los viernes son días tristes. La piedad cristiana conmemora que Jesús murió un viernes, y en países cristianos muy tradicionales, antaño había un aire de tristeza los viernes. El capitalismo, por supuesto, arrasó con eso. Thank God It’s Friday, reza un eslogan publicitario que es frecuentemente utilizado por varias franquicias comerciales. El viernes es cada vez más día de fiesta y de consumo; no de llantos y vía crucis.
            En Majuro, como en cualquier ciudad occidentalizada o en vías de occidentalización, los viernes en la noche son agitados. Al atardecer, yo suelo ir al bar del hotel de Majuro (el Marshall Islands Resort; hay otro hotel, el Robert Reimers, pero no es muy frecuentado), donde se reúnen colegas y amigos, la mayoría occidentales. No hay plena integración entre occidentales y marshaleses, pero las relaciones son cordiales. En un país tan chiquito como las Islas Marshall, es imposible atrincherarse en una villa cerrada y evitar el contacto con la gente local.

            A pesar de que el techo es de zinc (y por ello recuerda un poco a un rancho en Maracaibo), el bar del hotel tiene un ambiente agradable, con una bonita vista a la laguna. Ahí disfruto hablar con amigos gringos y de otros países, aunque ya el temita del triunfo de Trump me fastidia un poco. Yo suelo quedarme hasta que llega un marshalés con su piano, y empieza a cantar a todo volumen.
En matrimonios y fiestas de quince años en Maracaibo, siempre suplico a los músicos que canten y toquen a un nivel lo suficientemente bajo como para permitir una conversación, pero nunca me hacen caso. El venir a Majuro no me ha permitido alejarme de eso. Acá, los músicos también desprecian el placer de la conversación, y también tocan su música a todo volumen. En clase, un marshalés es incapaz de responder a una pregunta que haga un profesor, pero cuando se trata de cantar y tocar música, no son nada tímidos.
En fin, puesto que cuando llega el músico se acaba la conversación, yo aprovecho para irme del bar. Pero, en al menos dos ocasiones, cuando he llegado a mi casa un viernes en la noche, no hay electricidad. Mi apartamento es terriblemente caluroso, y sin aire acondicionado o ventilador, he tenido que salir a explorar más la isla, ya de noche.
En una de esas exploraciones de viernes en la noche, entré a la mezquita de Majuro. Como todo lo de las Islas Marshall, es simplona y precaria. Es una casita, con muchos perros sarnosos en el patio, y niños descalzos corriendo y jugando con esos perros, como si fuera Lassie.
La mezquita tiene dos pequeños minaretes, y si no fuera por esos minaretes, perfectamente podría ser una de esas taguaras maracuchas mal iluminadas. Yo conocía al imam de la mezquita, pues él en una ocasión había visitado la universidad donde imparto clases. Es un canadiense de origen pakistaní. Me recibió con mucha amabilidad, y me llevó a una habitación donde había tres imam más, también canadienses (y un neoyorquino) de origen pakistaní. La mezquita estaba sin electricidad, pero la habitación tenía una temperatura agradable, gracias a un aire acondicionado split, que funciona con energía solar. La cataleta que los marshaleses suelen armar con el tema del calentamiento global puede llegar a fastidiar, pero no estaría mal imitarlos en colocar paneles solares para que, cuando la iguana o el zamuro enviado por la CIA tumbe la electricidad en Maracaibo, al menos no nos achicharremos de calor.
Empezamos a hablar del Islam en las Islas Marshall. Estos imam son de la secta ahmadiya. Este grupo se remonta a la India de finales del siglo XIX, cuando un tal Mirza Ghulam Ahmad se proclamó como el mahdi (algo así como un mesías musulmán), a la vez que se consideró una manifestación de Cristo; desde entonces, han asumido una intensa actividad misionera en muchos países (me aseguran que en Venezuela hay misioneros; yo aún no he visto al primero).
La secta ahmadiya ha sido brutalmente perseguida en Pakistán, y también hay mucha hostilidad contra ella en el mundo árabe. No se sabe cuántos seguidores de esta secta hay en el mundo; los imam me decían que hay decenas de millones, pero según he consultado, esa cifra es probablemente muy inflada. Por ese motivo, no confío mucho cuando me dicen que en las Islas Marshall han logrado convertir a más o menos doscientas personas… yo creo que ni los wahabíes saudíes de Caracas, con todos los petrodólares que han invertido en su majestuosa mezquita, han logrado convertir a tanta gente.
El imam neoyorquino se extendió hablándome sobre Jesús, y la creencia ahmadi, según la cual Jesús no murió en la cruz, sino que sobrevivió y fue a Cachemira, donde está enterrado. He oído este cuento antes; de hecho, le dedico alguna atención en mi libro, Jesucristo ¡vaya timo! No tuve ánimo de entrar en controversia, y sencillamente me limité a escuchar al imam y sonreír. Pero, demás está decir que esa creencia (que de ningún modo es exclusiva u original de los ahmadis) me resulta disparatada. Es prácticamente imposible que los romanos hubieran permitido bajar a Jesús vivo de la cruz, o que un crucificado pudiera haber salido de un sepulcro tapado con una roca inmensa. Pero, por otra parte, esa creencia de los ahmadis me parece mucho más razonable que la creencia cristiana según la cual, Jesús murió y resucitó al tercer día.
En fin, en vista de que su versión sobre el paradero de Jesús es menos milagrosa que la tradicional creencia cristiana, el imam neoyorquino me insistía mucho en que la secta ahmadi es muy amigable con la ciencia. Ciertamente, en el mundo musulmán, los ahmadis son de los grupos más modernos y menos fanatizados. Pero, al menos con estos imam, descubrí que están muy lejos de una mentalidad científica solvente. Les pregunté, por ejemplo, si ellos aceptaban la evolución, y me respondieron que sí, pero no que el “hombre viniera del mono”, porque, ¿cómo un chimpancé puede tener un hijo humano? Esto demuestra que, en realidad, no entienden la teoría darwinista, pues nunca los teóricos de la evolución han propuesto semejante tontería.
Luego, otro imam me decía que la evolución es “sólo una teoría”, pues nunca ha sido demostrada. Esto es un argumento típico entre los creacionistas evangélicos. Si los ahmadis quieren cultivar una imagen de gente moderna y abierta a la ciencia, no deberían estar repitiendo las sandeces de gringos (probablemente gente que votó por Trump) que creen que el hombre coexistió con los dinosaurios.
Pero, más allá de esto, lo cierto es que, ante el surgimiento del Estado Islámico en Irak y Siria, y la extensión de los tentáculos del fanatismo wahabí en el mundo entero, Occidente debería ver a los ahmadis como unos aliados interesantes para contener el peligro del yihadismo. Desde el mismo momento en que aparecieron como secta, los ahmadis se caracterizaron por censurar la interpretación violenta del concepto de yihad. En mi libro El islam ¡vaya timo!, postulé que es iluso pretender que más de mil millones de musulmanes abandonen su religión; propuse como algo más razonable que, desde Occidente, se promuevan grupos musulmanes reformistas que contengan el fanatismo. Los ahmadis ciertamente califican como uno de esos grupos reformistas. Lamentablemente, el triunfo de un troglodita como Trump propiciará que los rednecks de EE.UU. metan a todos los musulmanes en un mismo saco, y no alcancen a ver las importantes diferencias entre cada grupo musulmán, y cómo se pueden usar favorablemente esas diferencias para detener la amenaza fundamentalista.
Era ya tarde el viernes en la noche, pero la electricidad no regresaba, y yo no quería ir a mi caluroso apartamento. Así que, pregunté a los imam si podía quedarme en la mezquita hasta que volviera la electricidad. No sólo me dijeron que sí, sino que además, me invitaron a cenar en su apartamento, en el piso de arriba. Supongo que estaban deseosos de hablar con alguien sobre su religión, pues según ellos mismos me contaban, los que se han convertido al Islam en Majuro no hablan (¿qué otra cosa cabría esperar?, ¡son marshaleses!).
La cena no fue nada del otro mundo, pero fiel a sus orígenes pakistaníes, los imam la condimentaron al estilo indio. Y, como en la famosa novela de Proust, el sabor de una comida puede evocar poderosos recuerdos. El sabor de esa comida evocó en mí el recuerdo de Delhi, Agra, y mi visita al Taj Mahal hace un par de años, una experiencia que disfruté mucho. Y, al comer con unos tipos que parecían unos matemáticos del MIT que hablan inglés sin que casi nadie los entienda, me sentí auténticamente en un restaurante indio… no como un restaurante vegetariano que a veces frecuento en Maracaibo, donde me recibe un colombiano hare krishna vestido con harapos supuestamente de la India, y que sirve comida que, en realidad, parece más comprada en Bicentenario.
Como postre, uno de los imam sacó unas galletas Oreo. En Maracaibo, yo suelo pelear con mi esposa y mi madre por esas malditas galletas. Yo aborrezco a los progres y sus teorías conspiranoicas, pero en el caso de las Oreo, sí creo que son un invento de la CIA para envenenar al Tercer Mundo: esas diabólicas galletas han de tener un componente adictivo, pues para mí es imposible comer sólo una. Yo no consumo esas galletas como el monstruo simpático de Plaza Sésamo: las consumo más bien del mismo modo en que Diomedes Díaz se metía cocaína antes de un concierto.
Por eso, yo pido a mi esposa que no compre esa mierda, pues es como comprarle bebida a un alcohólico. Mi esposa, igual que mi madre, siempre chantajean diciéndome que compran eso para mis hijas, y mi esposa me promete que ella se encargará de esconderlas para que yo no las coma. Pero, en mis momentos de desesperación, siempre encuentro ese excremento que va directo a mi boca.

Afortunadamente, en Majuro, las Oreo son carísimas. Y, mi adicción aún no ha afectado mi racionalidad económica. No estoy dispuesto a comprar un paquete de Oreo en Majuro, con un tercio de mi sueldo como profesor universitario en Venezuela. Pero, además de enviar pestes, terremotos y guerras, Dios puso en la Tierra a los chinos, para completar la devastación. Y, esta miserable raza, además de piratear carteras de Louis Vuitton, ahora también piratea Oreos con precios baratísimos. En Majuro, ningún comercio vende Oreo piratas, excepto las tiendas de chinos.

Cuando el imam sacó las galletas diciendo que eran las Oreo baratas, me asusté. Pues, con Oreo piratas, ahora los chinos cultivarían en mí la misma adicción que los británicos cultivaron en China en el siglo XIX, durante las guerras del opio. Sería la venganza de Fu Man Chu. Afortunadamente, Dios aprieta pero no ahorca: el Altísimo puso en la Tierra a los chinos para producir mercancía pirateada, pero al menos en el caso de las Oreo, ni por asomo se acercan a la original gringa. El empaque es lo más destacado: podría engañar a un incauto. Pero, el sabor de la galleta está muy lejos del poder adictivo de la galleta gringa. Los chinos, que se queden con sus lumpias y sus chop suey (admito que pueden ser sabrosos, pero sólo si se tiene mucha hambre); pero cuando se trata de galletas de chocolate, ¡zapatero a su zapato!: nunca los gringos serán vencidos. 

3 comentarios:

  1. Muy bueno tu escrito. Me reí muchísimo. Los seguidores de la secta Ahmadiyya son verdaderamente varios millones, según wiki, entre diez y veinte. Pero inclusive si son menos de diez, son muchos. De hecho, se calcula que en Pakistán puede haber tres o cuatro, y en África, sobre todo en dos países, Nigeria y Kenia, son más de un millón en cada uno. En África han hecho mucho proselitismo. Veo mucho de bueno en esa secta, y es lamentable que un gran número de los otros musulmanes los acosen y persigan y hasta los maten y destruyan sus mezquitas. El lema que tienen, "Amor hacia todos, odio hacia nadie", así sea solo una declaración de intenciones, creo que es elocuente. Mirza Ghulam Ahmad también hacía profecías, y profetizó la muerte de sus enemigos con tanta puntualidad y exactitud, que el gobierno británico le prohibió que siguiera profetizando. Saludos, y feliz estancia en Majuro, a pesar de las "Olios".

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    1. En efecto, yo estoy empezando a descubrir que los ahmadis son de los grupos más odiados en el Islam, pues cuando le pregunté a una amiga musulmana jordano-venezolana sobre los ahmadis, me habló pestes.
      Sería bueno hacer nicromancia y consultar a Mirza Ghulam Ahmad, a ver cuándo estira la pata el Toripollo, y sale de nuevo el sol en la patria de Bolívar...

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  2. Saludos, Gabriel. Espero que te encuentres bien (claro, en la medida que eso sea posible en Majuro, por todo lo que escribes). In passim, sólo quería decirte que me extrañó la respuesta que me diste en tu otro blog, cuando te compartía unos comentarios sobre el tema de las cenizas y la resurrección. En tu respuesta, te expresaste con unos estereotipos sexistas y hasta obscenos. Te recomendaría no utilizarlos si te comunicaras con panameños, en especial, panameñas. Podrías ofenderles.

    Por lo demás, y esto es lo más me interesa de este mensaje, tengo mucha curiosidad por lo siguiente: ¿cómo o por qué te fuiste a Majuro? ¿Por necesidad económica? Si fue así, no entiendo. Por lo que escribes de tu familia (tus padres de vacaciones en Francia, tus estudios en EEUU, tu hija mayor en un colegio privado), supongo que tu status socioeconómico es medio-alto, a pesar de los bajos salarios que puedas recibir como profesor en la U de Zulia ¿Tan mal es tu situación en Venezuela? Me resulta difícil creerlo. Me parece que con tu acreditación y producción universitaria podrías estar enseñando en cualquier universidad norteamericana o inglesa como Adjunt o Visiting professor, recibiendo un salario de al menos USD 2,000.00 por mes, en un bello y reconfortante campus universitario, con todas las comodidades y facilidades de una ciudad universitaria de primer mundo, aún si no está dentro de ningún ranking ¿Por que ir a sufrir (y tan lejos), Gabriel? ¿Te fuiste a Majuro más por una "aventura de antropólogo" que por razones económicas? Aunque no he terminado de leer todas tus entradas, cada vez entiendo menos por qué fuiste a parar allá? Asumo que sólo estarás allá por un semestre, ¿correcto? Todo lo que has escrito - aunque siempre interesante, instructivo y divertido - no me hace comprender el por qué no has podido hacer otra elección, en cuanto a un lugar para enseñar y/o ganar algo más de dinero. Ojalá tengas el tiempo y te interese responder a esto. En verdad, que me causa mucha curiosidad. De nuevo, saludos y que estés bien.

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