viernes, 9 de septiembre de 2016

Los perros de Majuro

            Si no fuera por Chávez, las canciones de Alí Primera serían para mí más tolerables. Pero, puesto que por más de quince años nos la han metido hasta en la sopa, es inevitable repudiarlas, aun si es justo admitir que Primera tenía un indiscutible talento. Uno de sus versos dice así: “Usted no me lo va a creer/pero hay escuelas de perros/y les dan educación/para que no muerdan los diarios/pero el patrón hace muchos años que está mordiendo al obrero”.
            En las Islas Marshall hay muchos patrones mordiendo a los obreros, pero definitivamente tales escuelas caninas para que los perros no muerdan a la gente, no existen. En Majuro, hay una enorme población de perros callejeros. Y, así como Alí Primera supo detectar que las diferencias de clase se expresan incluso en los perros, no se requiere de un gran genio sociológico como para comprender que una abundante población de perros callejeros es un signo inconfundible de tercermundismo. He visitado países pobres y países ricos. Nunca vi en Luxemburgo, Washington o París manadas de perros callejeros. Sí los he visto mucho, en cambio, en Nueva Delhi, Maracaibo, Barranquilla, y ahora, Majuro.

Es inevitable caminar por cualquier calle de Majuro, y que estos perros salgan a la vista. Son prácticamente una plaga. Varios amigos me han advertido que, en mis caminatas, debo siempre andar con un palo para tratar de ahuyentarlos. A decir verdad, estos consejos vienen más de extranjeros que de los propios marshaleses. Y, en vista de ello, en un principio yo supuse que el peligro de los perros es aún otra exageración de los gringos catires que tienen dificultad en adaptarse a vivir en un gran barrio, como lo es Majuro. Yo, un maracucho acostumbrado a esquivar los perros callejeros del Paseo del Lago, no tendría problemas.
He descubierto que los perros de Majuro en realidad sí son más agresivos que los de Maracaibo. Hasta ahora, algunos se me han acercado en actitud combativa. La valentía no ha sido una de mis virtudes, y en estos casos, he tenido que salir corriendo. Pero, eso es precisamente lo que no se debe hacer cuando un perro callejero se acerca; hay que más bien confrontarlos con dominio. Mi reacción instintiva ha sido correr, pero tras cinco segundos, recupero la racionalidad y los enfrento.
¿Por qué los perros de Majuro son más agresivos? No lo sé. Pero, sospecho que, del mismo modo en que Alí Primera alcanzó a ver que las relaciones en las sociedades caninas son reflejo de las relaciones en las sociedades humanas, la mayor o menor agresividad de una población de perros, lo mismo que en los humanos, está sujeta a una combinación de genes e influencia ambiental. En Maracaibo hay razas de perros domesticados, criados selectivamente para la docilidad. Supongo que, en vista de que en ocasiones los perros refinados impregnan a las perras callejeras, algunos de esos genes para la docilidad han menguado los genes de agresividad en los perros callejeros marabinos.
En cambio, en Majuro no hay ningún perro de raza refinada. Acá no hay una mayor proporción de genes para la docilidad. La mayoría de los perros de Majuro no tienen dueño, y los perros tienen que sobrevivir por cuenta propia. Las difíciles condiciones de vida en las Islas Marshall inciden tanto sobre los humanos como sobre los caninos, y en ese sentido, sospecho que la selección natural ha favorecido a perros no necesariamente más agresivos, pero sí más resueltos a la hora de buscar alimentos y enfrentarse a posibles competidores.
Un amigo norteamericano se trajo desde su país a su pitbull. Me contaba que los funcionarios locales le advirtieron que los permisos para traerse al perro serían difíciles de conseguir, pero él descubrió que, al llegar, todo fluyó fácilmente. Los gringos tienen esa extraña relación con los perros: no se conmueven mucho por las guerras que hace su gobierno, pero son capaces de quebrarse en lágrimas al ver a un perro sucio en la televisión.
De hecho, recientemente una gringa estuvo por estos lares, en una misión humanitaria para aliviar el supuesto sufrimiento de los perros de Majuro (acá). No sé si esa gringa sabrá que en Bikini el Tío Sam hizo unas pruebas nucleares brutales que afectaron a mucha gente, pero lo que sí es cierto, es que esa gringa no vino a atender a las víctimas de la radiación, sino a cuidar a los perros. Llámenme insensible si quieren, pero los perros que yo veo en Majuro están muy contentos con su agresividad callejera, y no necesitan ninguna atención de ningún gringo. 

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