miércoles, 14 de septiembre de 2016

Pensando en Yap, el sexo y la economía

El mismo día que llegué a Majuro, conocí a un joven profesor coreano (pero muy americanizado) de geografía humana, que trabajaría conmigo. El profe resultó ser uno de esos muchachos universitarios gringos pesados que, en una sola frase, citan a Foucault, Derrida, Lyotard, Lacan, y a tantos otros gurús posmodernos que yo detesto (y contra los cuales escribí mi libro, El posmodernismo ¡vaya timo!). En fin, hablar con ese coreano me produce bostezos de hipopótamo.
Recientemente vi a ese profe en cuestión preguntar a un estudiante marshalés cuántos idiomas hay en las Islas Marshall. Él preguntaba eso, porque no estaba seguro si en Yap, Ponhpei o Chuk, se habla la misma lengua. El joven marshalés pacientemente le tuvo que explicar que Ponhpei, Yap, Chuk y Kosrae no son parte de las Islas Marshall, sino que forman un país aparte, los Estados Federados de Micronesia. Yo no culparía al coreanito de ser un ignorante en cuestiones geográficas, excepto por el hecho de que este filisteo dispara como una metralleta los nombres de los gurús posmodernos, pero es incapaz de investigar un aspecto básico de su propia área de estudio.

En las Islas Marshall, hay una visible comunidad de gente oriunda de los Estados Federados de Micronesia. Todos estos paisitos en Micronesia estuvieron bajo el protectorado americano, pero cuando se plantearon la independencia, no lograron colocarse de acuerdo, y quedaron fragmentados en naciones que, en varios casos, no tienen más de cien mil habitantes. Muchos en América Latina reprochan a los políticos el no lograr el sueño bolivariano (en realidad, el de la idea fue Miranda) de una América hispana unida, pero deberían calmarse y ver que si los micronesios no lo lograron con países diminutos, mucho más difícil habría sido en el caso de naciones grandes, como las nuestras.
Antes de venir a las Islas Marshall, yo tampoco sabía que los Estados Federados de Micronesia existían como país. Pero, sí había oído hablar de Yap. Hace algunos años, me interesaron las teorías del antropólogo americano David Schneider, quien había hecho estudios de campo en Yap. Según Schneider, el parentesco es una ficción, una proyección de Occidente sobre otros pueblos. Schneider llegó a esta extraña conclusión, al descubrir que en Yap, aparentemente el parentesco es patrilineal (es decir, la pertenencia a los clanes se transmite por la vía paterna), pero al mismo tiempo, los nativos de Yap no conciben la relación entre el coito y el parto. En su concepción de la reproducción humana, los antivos de Yap no otorgan ninguna función al padre. Así pues, en la interpretación de Schneider, aquello que nosotros llamamos clan, y el parentesco en general, en realidad no es una forma de organización basada en la biología.
Schneider pasó a ser la punta de lanza de todos aquellos antropólogos que opinan que la biología no es relevante en la naturaleza humana. En un principio, a mí me entusiasmaron esas teorías, pero ahora, con un poco más de madurez, las rechazo. A mí me parece que Schneider comete el error de creer que el mero hecho de que no haya una concepción explícita del papel del padre en la procreación, implica que sus acciones hacia sus hijos no tienen motivaciones biológicas. Pero eso es falso. Puede ser que a nivel consciente muchos seres humanos no entiendan cómo opera la reproducción humana, pero a nivel inconsciente, todos comprendemos que tenemos relaciones más estrechas con aquellos que comparten una mayor proporción de genes con nosotros.
En fin, la idea de que algunos pueblos del mundo no conciben la relación entre el coito y el parto (o, en todo caso, no admiten el papel del padre en la reproducción) siempre me resultó intrigante. Malinowski, otro gran antropólogo, la documentó con mucha prominencia mientras célebremente estudiaba a los trobriandeses, en Melanesia. En realidad, antes de la llegada de los colonos y misioneros europeos en el siglo XIX (pero, presumiblemente, incluso aún en tiempos de Schneider y Malinowski, a mediados del siglo XX), buena parte de los isleños de Melanesia y Micronesia no concebían este hecho tan básico de la reproducción humana.
Me he visto tentado a preguntar a algunos de los jóvenes acá en las Islas Marshall (y sobre todo a los oriundos de los Estados Federados de Micronesia) si ellos entienden la relación entre el sexo y el parto, pero comprendo que eso, en pleno siglo XXI, sería una ofensa para ellos. Estos países han atravesado cambios sociales muy acelerados en las últimas décadas, y podremos reprochar a los poderes coloniales muchas cosas, pero al menos en el ámbito educativo, es indiscutible la positiva labor que han hecho. Si no fuera por el colonialismo, estos isleños seguramente habrían seguido creyendo que una mujer queda embarazada porque un espíritu se mete en su cuerpo, sin necesidad de tener sexo.
Otro aspecto de Yap que me ha resultado intrigante es una antigua forma de dinero que, según me cuentan, es oriundo de allá. Los nativos de Yap viajaban a otras islas, y traían en sus balsas enormes rocas cilíndricas, a las que les hacían agujeros en el centro. Esas rocas, las rai, servían como monedas. Obviamente, era imposible hacer transacciones pequeñas con ellas, porque eran prácticamente inmóviles. Pero, en tanto Yap es una pequeña isla, había la posibilidad de mantener registros orales de quién es el propietario de las enormes rocas. Así, cuando un jefe quería vender a otro jefe alguna mercancía, públicamente se hacía un contrato oral mediante el cual, el comprador de la mercancía transfería la propiedad de la roca al vendedor.
Incluso, los antropólogos e historiadores conocen el caso de un jefe que trajo una enorme roca desde otra isla, pero ese rai se hundió en el viaje. No obstante, quienes viajaban con él en la embarcación dieron testimonio de que ellos traían la enorme roca. La comunidad aceptó el testimonio, y esa roca, aún en el fondo del mar, servía como moneda en las transacciones.
Esto revela un aspecto básico de la ciencia económica: el valor del dinero no es intrínseco, sino que depende del valor subjetivo y la confianza que los usuarios den a la moneda. En Yap, incluso una piedra en el fondo del mar podía tener valor, siempre y cuando quienes la utilizaran como moneda, sintieran confianza (en este caso, a través de la tradición oral).
Los chavistas se quejan de que Dólar Today “especula”, y devalúa artificialmente el bolívar. Ojalá los chavistas pudieran aprender esta lección básica de economía. El bolívar no tiene valor intrínseco: su valor depende de la confianza que hay en la gente que emite esa moneda. Si el dólar se vende a mil bolívares, es sencillamente porque la gente no confía en que el bolívar sirve para adquirir mercancías. Los chavistas que emiten papel moneda, a diferencia de los jefes que traían las piedras de Yap, han perdido la confianza.

En el siglo XIX, David O’Keefe, un marinero irlandés, llegó a Yap, y quiso aprovecharse de este sistema monetario (hay una película sobre él con Burt Lancaster). Vio la oportunidad de traer más rocas, y con su nueva tecnología, él mismo hacer agujeros. Así, importando esas rocas, empezó a comprar bienes y servicios, al punto de convertirse uno de los hombres más ricos de Yap.

Los críticos progres del colonialismo verán en O’Keefe al maligno hombre blanco que llega a una isla paradisíaca y se aprovecha de la inocencia de los nativos. Pero, lo que muchas veces estos progres no alcanzan a ver, es que muchos de sus héroes políticos han hecho exactamente lo mismo. ¿Cómo llegó Venezuela a la actual crisis que atravesamos? El principal motivo fue que nuestro Banco Central (controlado directamente por Chávez y Maduro, en contra de lo que dicta la Constitución), lo mismo que O’Keefe, empezó a producir dinero inorgánico. El gobierno, quien emite las monedas, se hizo rico a expensas nuestras. Los gobiernos progres no necesitan cobrar muchos impuestos: con generar inflación inyectando una enorme liquidez monetaria, les basta. O’Keefe se hacía rico a medida que los nativos de Yap se hacían más pobres. Pues bien, María Gabriela Chávez se convirtió una diva, a medida que nosotros los venezolanos dejamos de comer tres veces al día. Al final, O’Keefe y Chávez utilizaron la misma estrategia: producir monedas, pero no producir mercancías como respaldo.

2 comentarios:

  1. El gobierno de Venezuela como que se percató del enorme error de considerar a Dolar Today como la cuasa relevante de la devaluación; El BCV retiró a demanda sobre esta firma: http://noticiaaldia.com/2016/09/finaliza-demanda-del-bcv-contra-dolartoday/

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