Debido a
mi mezquindad como resultado de la crisis venezolana, camino mucho en Majuro, a
pesar de que los taxis son baratísimos. Es inevitable que la gente me reconozca
como extranjero cuando me ven caminando. La vestimenta ciertamente me
distingue. Los marshaleses son notoriamente humildes en su vestimenta. Para
actividades diarias, incluso formalidades como ir a clase en una universidad,
están vestidos como lo estaría cualquier persona que en Maracaibo, vive en un
rancho de lata y zinc. Me entristece un poco, pero al ver a los marshaleses
caminar en la calle, me recuerdan un poco a las imágenes de presos en las
cárceles venezolanas, vestidos con ropas viejas adecuadas al calor.
Aun si
me vistiera como ellos, no obstante, sospecho que los marshaleses aún así me
identificarían fácilmente como extranjero al verme caminar en la calle. Muchos
se me acercan a saludarme en inglés, e incluso a darme la mano. No diría que
soy el dios blanco a quien los marshaleses vienen a rendir culto, pero sí hay
entre ellos una actitud de simpatía hacia el extranjero. Esto es muy distinto,
por ejemplo, de mi convivencia con los wayúu, cuando he visitado sus
territorios en Colombia y Venezuela. Los wayúu, en líneas generales, no son muy dados a ser amigables con los extranjeros.
EE.UU. hizo pruebas
nucleares en las Islas Marshall, y supongo que algunos marshaleses no estarán
muy contentos al respecto. Pero, en líneas generales, en este país no hay el
odio virulento a EE.UU. que sí se observa mucho más en América Latina. Sospecho
que a muchos progres les molestará la actitud simpática de los marshaleses
respecto a los gringos. Esos progres dirán que los marshaleses han
internalizado el colonialismo y viven un grado superlativo de alienación.
Pero, yo no me
apresuraría a juzgarlos así. Las Islas Marshall tienen poca viabilidad como
Estado debido a su minúsculo tamaño, y no les queda más remedio que buscar una
protección en las grandes potencias. Alemania, Japón y EE.UU. se la ofrecieron.
Podemos quejarnos todo lo que queramos del Tío Sam, pero yo me llevo la
impresión de que los marshaleses han correctamente juzgado que, aun con las
pruebas nucleares, los gringos fueron el poder imperial más benevolente con
ellos.
Y, en vista de que su
principal fuente de producción es la ayuda norteamericana, no están dispuestos
a morder la mano de quien les da de comer. No obstante, no faltan marshaleses
que, con justa razón, critican esa ayuda norteamericana que el país recibe. Las
Islas Marshall se han vuelto un país dependiente en extremo, y los niveles de
productividad son bajísimos.
A mí me identifican
en la calle como extranjero, pero estoy seguro de que, si un maracucho promedio
viniese a caminar en Majuro, los locales lo saludarían en marshalés. La
apariencia física de los marshaleses no es muy homogénea, pero en líneas
generales, podría decir que es muy parecida a la apariencia física de los
maracuchos.
En todo caso, observo
que a los marshaleses les interesa muy poco las diferencias raciales entre la
gente. Los gringos que viven acá, en cambio, como es previsible, sí están
obsesionados con el tema. Un día, un amigo norteamericano me estaba hablando
sobre una persona que él veía a lo lejos, pero que yo no conocía. Yo le
pregunté a cuál persona se refería, y él me respondió que se trataba de aquel “afro
americano que está allá”.
En EE.UU., hay un
gran temor de ofender a los demás con epítetos raciales. Y, para vacunarse
frente a una posible demanda, prefieren llamar a los negros “afro-americanos”.
El problema, no obstante, es que es una ridiculez asumir que una persona negra
en las Islas Marshall, es un afro-americano. Podría ser nigeriano, senegalés,
camerunés, etc.
Lo políticamente
correcto conduce a la gente a decir tonterías. Luego, el negro a quien se
refería me amigo se acercó. En efecto, era un negro oriundo de EE.UU. Pero, él
mismo, al oír la referencia a “afro-americanos”, pidió que no lo llamaran
afro-americano, sino sencillamente, negro.
Pues, según me explicaba, él no tiene nada que ver con África, su lugar de
origen es Boston, y está muy contento así.
Sentí mucha simpatía
por lo que me decía este hombre. Yo soy descendiente de andaluces, pero no
esperaría que la gente me llame andaluz-maracucho. Los cultivadores de las
identidades raciales y étnicas en EE.UU. están obsesionados con hacer que la
gente se apegue a las raíces de sus ancestros (en el caso de los negros,
bastante ajenos a ellos), muchas veces en detrimento de lo que la propia gente
desea.
Unos días después,
entré a conocer el colegio católico de Majuro, y me recibió un profesor de piel
oscura con trenzas estilo rasta. Podría haber sido Bob Marley. Estoy seguro de
que mi amigo norteamericano, al verlo, lo hubiese descrito como un “afro-americano”.
En realidad, Tony, como se llamaba el profesor, era de las Islas Salomón. Ése
es un país en Melanesia. Los melanesios pueden tener algún parecido con los
africanos, pero genéticamente, son muy distantes de ellos. Un africano tiene
más cercanía genética con un europeo que con un melanesio. Sería, pues,
doblemente ridículo llamar a Tony un “afro-americano”: ni es americano, ni sus
ancestros vienen de África.
Todo esto ratifica mi
idea de que la raza es un concepto sumamente problemático. Pero, como se sabe,
la raza es una de las grandes obsesiones en EE.UU., y la comunidad de
expatriados americanos en las Islas Marshall, lleva a cuestas esa obsesión. Lo
triste, no obstante, es que no son el Ku Klux Klan o Donald Trump quienes hoy más
utilizan un concepto tan confuso como la raza. Hay mucho más interés en
continuar las falsas divisiones raciales, entre aquellos que, al alegar ser
descendientes de los oprimidos, se benefician de ello.
En principio, la idea
de compensar a las víctimas de la esclavitud, no está mal. El problema, no
obstante, es que en EE.UU. no hay nada remotamente cercano a un registro
genealógico que permita saber quién es descendiente de esclavos. En vista de
eso, se asume el color de la piel como guía para asignar estos beneficios. Y a
mí me parece que esto es doblemente trágico. Por una parte, eso no hace más que
oxigenar el propio concepto de raza que es tan confuso y problemático, y que
tanto daño ha hecho. Por la otra, al asignar beneficios en función del color de
piel, se corre el riesgo de compensar a quien no es descendiente de esclavos.
Si Tony emigrase a EE.UU., podría censarse como “afro-americano” y recibir los
beneficios de la acción afirmativa, a pesar de que procede de un grupo étnico
que no tiene ni el más remoto vínculo con los africanos.
Querido Gabriel que manera tan actualizada y sabia de orientarnos sobre este tema tan"confuso y problemático"sobre este tema que ha traído tantas tragedias y desunión entre nosotros los humanidos, y si!! tiene que haber otra manera. Que alegria tenerte tan cerca y poder asimilar de tu sabiduría . Que vivan los maracuchos cultos. Un abrazo Gabriel y gracias
ResponderEliminarGracias. Uno podrá maldecir a Maracaibo, pero al final, la termina extrañando...
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